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Foto del escritorEmiliano Zavala Arias

Un hombre muere a los pies del mundo

Actualizado: 29 dic 2020


Emiliano Zavala Arias


Me acuesto por la madrugada a pasar el hambre, a no dormir por el hambre. Contemplo un pequeño brote que con paciencia se gana a diario su lugar en el mundo, sólo hace falta eso, que esté presente aquí en este mundo. Un pisotón apaga el minúsculo y descuidado esfuerzo verde en el suelo.


¿Importa más tener la razón o la vida? ¿Qué fue primero, el cerebro o la gallina? ¿Has visto al pasto quebrar una banqueta? Contéstame viento que te alargas y te encoges para coquetearme. Para silbar a mi oído versos en nombre de un filósofo antiguo.


Mientras busco un milagro en la basura escucho un concierto de voces. –Ahí viene el pordiosero, –No trae cubrebocas, –Si ya está acostumbrado a la enfermedad,¿Hay que hablar a la policía? –¿Sabrá su familia dónde está? –replica la gente mientras evita el contacto conmigo–. –Hace aire, ponte el suéter, –dijo una madre a su hijo–. –¡Viento! Aire hay siempre en todas partes. –Repliqué yo, victorioso–.


Fue primero la gallina, –continué con mis cavilaciones y mi andar– porque el cerebro podría haber sido un huevo de cualquier ave. Los huevos de gallina son eso: huevos de gallina, son especiales. Si la gallina estaba implícita en el huevo, entonces fue primero la idea de la gallina que la idea misma, que es el huevo. Sí, el huevo es la idea en sí misma, una idea vacía, sin yema. Entonces el cuerpo es primero que la idea, y vale más la clara y la yema que cualquier teoría de cuerdas. Aunque a veces se quiebran unos huevos para almuerzo de los que se ahorcan con sus corbatas, hartos de halar los hilos de millones de vidas frágiles. Yo busco un milagro en la basura, yo soy diferente, más humano, más humilde.


El concreto, hecho de arenilla, grava y cemento, es pensado para resistir el paso de millones y millones de personas. Se arrastra la razón por debajo de la mole soberbia de concreto y arenilla y argamasa, en las alcantarillas lejos de la vista de estos citadinos mugrosos. Le bajan al baño con repugnancia y se olvidan de sus heces, sin saber que debajo de su ciudad se alberga un foso de suciedad que espera a su reencuentro con su creador. Y yo seré el primero en decirles –Se los dije. Navego por las calles del olvido con mi activo de guayaba y llevo embarradas las nalgas de excremento, oreando al sol mi más íntimo sentir del vientre. No como esos cobardes, como esos hipócritas que le bajan al baño y se van; yo soy diferente, más humilde. Condensamos juntos el rocío de las noches, semillas a ras del suelo.

El milagro es el reflejo de una sociedad que ha querido callar la miseria, el hombre que da voz con el cuerpo a lo que pensaban sometido al silencio por la corrección política. Atesoramos la esperanza en el recuerdo de tantos pardos al amanecer, para no volver a despertar cobijado por el olvido en las banquetas. Un hombre muere a los pies del mundo y, asciende lo divino en un puño de pasto que rompe con lo escrito, para nombrar la absurda libertad del vagabundo que se ha ido a otro mundo hecho de sueños y palabras repetidas.



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