Emiliano Zavala Arias
En el arte hay una línea difusa entre la realidad y la ficción. Desde mi perspectiva es imposible capturar algo tan complejo como la vida en tan sólo unas cuantas páginas o fotogramas. Como creativo siempre se escoge hacia donde mirar, en qué detener uno su atención. Sin embargo, hay formatos que proclaman ser plenamente fidedignos a lo real o a lo acontecido desde una autoridad o un autor. Es decir, ¿a quién de nosotros no nos ha convencido una obra que acredita estar basada en hechos reales? Incluso antes de empezar a verla o leerla.
En el documental la mirada de un director debería estar presente; mas hay obras que se atreven a salir de la norma para respetar sus propias inquietudes. Todos conocemos el viejo dicho “la realidad supera la ficción”; para el caso del artista es importante saber escuchar lo que le dicta lo real antes de querer fijar una perspectiva o una narrativa, y dejar que se cuente la propia historia desde el interior de la experiencia; ser un vehículo para acceder a realidades que permanecían en silencio del olvido y de la indiferencia.
En El agente topo, la realidad fueron más de 300 horas de grabación en una casa de reposo para adultos mayores: hogar San Francisco (El Monte, Región Metropolitana de Santiago); la ficción, 1 hora y media en que se resume el documental. El filme de Maite Alberti es una propuesta única, un enorme esfuerzo por mirar y escuchar una problemática tan común como la vejez, una clase de economía de los recursos, pero sobre todo un oído profundo que permite un espacio donde resuene la voz de la tercera edad, esa generación abandonada en un asilo por sus propios familiares y que en este caso habla desde la perspectiva de un viejo más, Sergio Chamy.
A menudo nuestras buenas intenciones nos incitan a ayudar con premura. Pocas veces escuchamos y conocemos las verdaderas necesidades de las personas antes de actuar. Nos fascina ser los salvadores del mundo, más por lo que nos representa a nosotros que por lo que en realidad hacemos por los demás. En una ocasión mi maestra de historia comentó una anécdota que me ayudará a dejar en claro este punto:
En algún poblado de México las mujeres debían caminar hora y media hasta el río donde lavaban su ropa y nuevamente caminar hora y media de regreso a sus casas. Algún político se percató de esto y antes de hablar con ellas mandó poner unos lavaderos cerca de la comunidad. Cuando la obra estuvo hecha y comenzó a darse uso, una de las mujeres comentó: “Al gobierno no le interesamos nosotras, ni siquiera nos pidió opinión antes de hacer sus obras para limpiar sus consciencias. Antes aprovechábamos el tiempo de camino al arroyo para platicar entre mis comadres, así como también disfrutábamos de lavar la ropa entre un paisaje hermoso; ahora nos tienen castigadas, lavando de frente a una pared. El gobierno no sabe lo que nos conviene.”
La propuesta de Maite Alberdi es, con el pretexto de que una producción introduzca a un espía en el asilo para revisar las condiciones del mismo, dejar que el protagonista, Sergio Chamy, haga de las suyas al interior de la casa de reposo. En primera instancia yo me puse del lado del detective que encarga la investigación de un “blanco” ya que su hija le ha pedido dar cuenta de las condiciones del lugar. En todo momento yo estaba alerta, esperando cachar a las enfermeras con un mal comportamiento o a las instalaciones en malas condiciones; la verdad es que siempre habrá contratiempos en cualquier tipo de trabajo. Desde la teoría siempre parecen importantes los resultados fieles, los datos duros, los reportes diarios; sin embargo, lo que necesitan las generaciones que han construido el mundo en el que ahora caminamos los jóvenes es un oído, un amigo que los escuche y aprenda de su experiencia por el mundo (ya sea buena o mala).
En algunas ocasiones fui a visitar a una de mis tías abuelas, mi tía Elenita, a quien le daba mucho gusto que fuéramos a platicar con ella. Eran momentos muy lindos, lo verdaderamente difícil era la despedida, ver su carita triste al sentir que la volvíamos a abandonar entre extraños. Cobardemente y poco a poco, dejé de visitarla, cosa de la que ahora me arrepiento.
Podríamos hacer listas interminables de lo que necesitan las personas de la tercera edad, de cómo resolver sus necesidades y de qué maneras apoyar a la gente que ha sido despojada por su propia descendencia de lo que los adultos mayores trabajaron toda una vida; sin embargo, lo que ellos necesitan es compañía, es saber que no los hemos olvidado o abandonado. Vivimos en un mundo de técnicos y especialistas, de títulos y etiquetas, vamos queriendo arreglar el mundo con nuestros discursos y opiniones bien argumentadas; ¿Y para cuándo vamos a escuchar? ¿Y para cuándo el arte no se tratará de ideologías o posturas ante temas concretos?
El agente topo es una película por, para y desde la vejez. Sergio Chamy es un espía en nuestra consciencia, que sin darnos cuenta se introduce en los prejuicios y permite que la voz de los años resuene dentro de nosotros; desde la señora que le habla a su mamá, o la señora que no habla, la poeta que nos cautiva con las palabras que han afinado el tiempo y que terminan por regalarnos el silencio que deja el eco de una vida entera. Recomiendo muchísimo esta obra de arte que me ha dejado anonadado, sin palabras. Este documental oscila entre la ficción y la realidad. Lo que es un hecho innegable es la voz del asilo que nos acompaña y nos permite replantearnos cómo nos relacionamos con nuestros seres cercanos.
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