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Foto del escritorEmiliano Zavala Arias

Ensayo sobre la respuesta a la ilustración de Kant

Emiliano Zavala Arias


Para este ensayo quiero ahondar en una mirada plenamente particular sobre la adolescencia y la ilustración. No pretendo instaurar ninguna sentencia sobre del texto de Kant, ni vengo a ser su mejor intérprete. Encuentro en sus reflexiones un espejo que me permitió explorarme al interior de las palabras, me parece importante ahondar en mi propio texto, a manera de un ensayo que me permita el acompañamiento de una imaginación literaria.

Kant en su respuesta sobre la ilustración propone deslindarse de cualquier guía mediante el razonamiento. Ya sea el estado y su régimen autoritario, la iglesia institucionalizada, o la propia falta de responsabilidad por nuestras acciones; buscamos depositar nuestra responsabilidad reflexiva en una guía cualquiera, a falta de recursos para sostenernos en una dirección mediante nuestros méritos. Kant habla de Unmündigkeit, traducido como: minoría de edad, dependencia, no emancipación. Entiendo que no se refiere a una edad en particular del hombre, sino a una etapa común a todas las personas; la adolescencia, la adultez, el crecimiento personal.

¿Y si consideráramos a la humanidad como una sola persona?

Cuando hablamos de La Historia universal la concebimos como una realidad sólida de nuestro pasado. Pero la documentación de los eventos ocurridos a través de nuestro paso por el mundo será siempre subjetiva. Algo que puedo agregar es que la única constante en los eventos históricos hasta ahora registrados es su capacidad de cambiar la manera de entender al mundo.

La poca información que tenemos sobre el origen del ser humano nos remite a una cruda rudeza ejercida sobre el hombre desnudo mediante la ancha naturaleza. Fuimos arrojados a un mundo sin cuidado de nadie, sin guía. No teníamos garras ni dientes afilados para defendernos, no éramos ágiles como los monos; lo único que nos salvó fue la razón, escondida entre los rincones de difícil acceso de las grutas de la memoria. Entender que había un grupo de “iguales” con los que podíamos colaborar para sobrevivir fue nuestra salvación como especie. Las inmensas pirámides de ensoñación egipcia se levantaron con el esfuerzo de una fuerte cadena de fe donde cada eslabón sería juzgado según sus responsabilidades a nivel terrenal (psicostasía, o psicostasis). Se erigió la primera civilización que alejaba al hombre de la naturaleza en bruto y daba paso a la cultura. Las primeras construcciones de un niño que posteriormente derrumba, así buscábamos límites a las causas y a los efectos, nadie fue preparado para enfrentar los alcances de su conocimiento. Las guerras en nombre de la verdad desembocaron en la limada y brillante alegoría en las ideas de la Grecia Clásica. Después vino Roma y su increíble capacidad de comercio; el niño histórico aprendió a contar. Adquirió riqueza, luego protección, entonces tuvo poder y con ello acumularon el conocimiento; llegaron a la cúspide que se prolongaba a lo largo de una ancha meseta de 300 años de horror al interior de los coliseos. Perdimos la inocencia, nos convertimos en adolescentes (palabra que proviene del latín adolescere que significa crecer, al igual que la palabra Adulto.). Experimentamos nuestros primeros enfrentamientos con la realidad. La adolescencia son esos años oscuros en los que tuvimos contacto de frente con nuestros errores y peores miedos al mismo tiempo. Han pasado siglos de fe y de buscar una guía que nos salve de este martirio que representa la vida. Para ello llega entonces la ilustración como principio de la adultez, el paso a la mayoría de edad.

Lo que propone Kant es que la fuerza de la individualidad radica en experimentar el fenómeno de la razón sin la necesidad de una institución o guía que nos sostenga.

Un error fundamentalmente cometido desde la razón, es querer aferrarse a lo conocido, a nuestros hábitos y costumbres que un día fueron nuestra única manera de enfrentar al mundo. En el presente nos encontramos atrapadas en la adolescencia, personas de edad avanzada, que no logramos romper los rituales de pubertad por seguir en la fiesta o en busca de “disfrutar” al máximo.

¿No será que buscamos evadir la realidad con la tecnología, con el alcohol y las drogas, con la comida, con el sexo, con prácticamente cualquier actividad? La soledad siempre ha provocado incertidumbre. Tantos viajes al espacio, tantas ansias por encontrar vida en otros planetas. Sabernos perdidos a mitad de miles de millones de galaxias, al fondo de lo infinito, nos asusta hasta la médula en los huesos. ¿Quién puede saber si hay vida en otro planeta? Las inmensas cualidades de nuestro planeta nos han mimado en oxígeno, flora, fauna, tierra fértil y demás. Pero no será que esta comodidad en la que vivimos actualmente pasando el tiempo viendo series por internet, es solo una manera de ignorar las terribles ansias de reconocernos solos en el mundo, responsables de nosotros mismos. El cuidado de un dios, un estado incorruptible, o incluso algún extraterrestre de capacidades superiores sería la guía que nos ha hecho falta toda la vida. La respuesta a la ilustración o a la humanidad no la tenemos nadie, sin embrago es importante ahondar en la rutina y romper los ciclos viciosos que a cada uno nos atormentan y nos permiten la salvación de un mundo de mierda. Pero así nos tocó vivir, y el hoy es la oportunidad de cambiar las cosas, aunque el destino siga siendo una, la incertidumbre, hagámonos responsables cada uno de ser nuestra propia guía para bien y para mal.





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