Émili de la Zelva
La unidad fundamental, el principio de todas las cosas me dió el augurio del buen comienzo. Lo indivisible, inquebrantable; El Mago me premió con dos de las más altas mujeres.
La Papesse, la sacerdotisa; mi madre. Mi eterna compañía. Energía plenamente femenina. Conservadora, tradicional y llena de sabiduría; ella me ha cuidado desde el vientre. “Yo soy cuanto ha sido, cuando es y cuanto será” Por ello sus consejos nunca me han de fallar; aunque dura y estricta como la verdad, es mi mejor guía. La más alta en la jerarquía espiritual. Ella es la inteligencia materna. Es el conocimiento que va más allá del cuerpo de todos los libros, no el de los clásicos, sino los que se escriben en las marcas del cuerpo; el libro de la vida. A veces tanta sabiduría le nubla su materia, la masa de la cuál está constituida; mas ella es luz que alumbra mi camino aun cuando es de día.
LÍmperatrice, la Emperatriz; mi tía. El femenino inferior, no por su valor que es el mismo a la de arriba; sino por su gobierno sobre lo mundano, sobre el día a día. Su mensaje siempre ha sido de amor, mi confidente cuando nadie más me comprendía. Por su confianza en mí logra que las cosas se cumplan, por su fe incondicional. La belleza física, independiente; el estandarte contemporáneo feminista. Ama lo bello en todas sus formas. Inspira, me motiva a seguir haciendo cosas. El principio, el medio y el fin, el ejemplo a seguir; donde pudo descansar lo que del mundo yo quería. Mantiene el éxito de quien se acerca; ella es mente, palabra y cuerpo; mi fuerza femenina. La abundancia, el progreso, el liderazgo; la esperanza en vida.
El mago del Tarot se acercó desde el inicio de mis tiempos y me bendijo con estas dos mujeres; mi madre y mi tía. Quienes me acompañan y me aconsejan con conocimiento. Tengo la suerte de las mejores de las guías. Así comienza mi camino, con la bendición de dos fuerzas femeninas que desde su posición me han enseñado el derecho de la vida.
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