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Foto del escritorEmiliano Zavala Arias

Crítica a la película el exorcista: más allá de la ciencia


Émili de la Zevla


En un principio fue el hombre y con él la religión; no ha habido cavilación que no adore algún dios o más, incluso la nuestra que idolatra al Dios de la informática. Primera escena, siluetas de una madre y su hija entran en calles de noches tranquilas (Washington D.C.); en la siguiente toma un sol naciente, el Dios más antiguo ocupa dos tercios de la pantalla, entre montones de arena que acumuló el tiempo.

La película norteamericana el exorcista (dirigida por William Friedkin) tras una metáfora que invita a reflexionar entre lo religioso y el paso del hombre hasta nuestros días, presenta tres historias particulares de la actualidad; perspectivas distintas del espíritu unidas en un mismo punto: la lucha de fe.

A medio día, en mitad de unas ruinas arqueológicas en Irak (que antes fue sumeria) el padre Merrin encuentra una figura de arcilla, la cual más tarde evoca palabras de un clérigo: “la lucha del mal contra el mal”, dentro de lo que parece ser un templo religioso. Se deciente un reloj de péndulo en la pared. En los siguientes diálogos se anuncia el angustioso regreso de Merrin a la ciudad. A cada paso por las calles de Irak se encuentra con símbolos de su fatal enfrentamiento mirándolo directo al rostro al punto de ser casi es atropellado por una carreta. Viaja en su jeep a una parte solitaria de las dunas y se encuentra versus la imagen de Pazuzu (Rey demonio Sumerio, y que lleva una serpiente por genitales, símbolo de la fertilidad).

La segunda historia está conformada por Chris y Reagan MacNeil comparten momentos en el sótano de la casa a la que se mudaron recientemente. La hija (Reagan) quiere mostrarle una figura que hizo en su tiempo libre a su madre (Chris). De pronto encuentran una Ouija con la que se deja ver que la niña ha jugado antes a solas. La Ouija no responde en presencia de una adulto; la madre no le da importancia. Cuando Reagan, la hija, presenta síntomas extraños Chris decide llevarla con médicos especialistas, quienes le practican dolorosas pruebas y solamente consiguen lastimar a la pequeña sin obtener resultados. Uno de los doctores pregunta si son creyentes y la madre responde que no. Entonces él sugiere de manera irónica ver a un exorcista. No por motivos religiosos sino como un efecto placebo; el cuál a grandes rasgos se basa en el poder de la mente para curarse a sí mismo. La madre desesperada por encontrar remedio, aún incrédula de la posesión, lucha contra sus prejuicios y decide buscar a un “loquero” -como ella lo llama. Es entonces que se encuentra con Karras.

La tercera historia, la del padre Karras, encarna una lucha interna que sostiene la propuesta de la película entera entre ciencia y religión, lógica y fe. Él es un psicólogo-sacerdote instruido en las mejores academias de Estados Unidos, de joven dejó su casa y a su madre para cumplir con sus metas de vida. Ahora que han pasado los años no ha logrado grandes riquezas, por ello su única familiar termina en un hospital psiquiátrico (lugares muy deteriorados en los años 70’s), dónde finalmente fallece. Esto rompe el espíritu del padre Karras y comienza a dudar de su doctrina.

En las siguientes tomas aparecen símbolos del catolicismo: crucifijos de plata, y una virgen blanca que ha sido profanada con dos conos sangrantes en sus senos y un falo pegado a su vientre (contraparte de la oscura silueta de Pazuzu del principio). Para los sumerios, los demonios eran encargados de cuidar el acatamiento de las reglas que han puesto los dioses sobre los hombres, no denominaban maldad. Para los católicos una figura que lleva una sierpe por falo es claramente maligna. Durante todo el filme lo obvio jamás se nombra, lo dicho en el título reside como un misterio. Aún el padre Karras niega la posibilidad de posesión en la niña.

Cuando por insistencias de la madre y las influencias de Karras es llamado Merrin a ejecutar el exorcismo, confluyen las tres historias. En casa de los MacNeil el proceso es exhaustivo desde el primer instante. El demonio que habita a la pequeña imita la voz de la madre muerta de Karras para perturbarlo. El compañero de Merrin es llevado fuera del cuarto para que repose, baja las escaleras hacia el infierno que vive la madre y ésta pregunta si han terminado. El sacerdote toma valor y regresa a la habitación, encuentra a su colega en el suelo, intenta reanimarlo, pero da cuenta de la muerte. Eufórico golpea al cuerpo infantil que contiene al ente diabólico e incapaz de pensar otra solución, ofrece su propio cuerpo al demonio. Éste toma posesión de Karras quien aprovecha para suicidarse lanzándose por las escaleras de la ventana (lugar en que escenas antes ocurrió otro asesinato) para acabar por fin con el ente maligno.

Gracias a la intensa convicción que recupera Karras en el último instante, se decide con fuerza a vencer al mal desde su lugar en el mundo, por medio de otro mal (el suicidio). Más allá de la religión nos queda el tiempo, pasado y futuro, periodos entre melancolía y esperanza, parecidos al respiro final de la película.

Al hacer un recuento de los hechos a partir de la frase que lo detona todo en un principio: “la lucha del mal contra el mal”; la única manera de lidiar con los duelos del día a día; la muerte, la angustia, la locura o el dolor: es la creencia en sí misma. Ya sea por el sol, Pazuzu, Cristo o la virgen, el catolicismo. Incluso en la modernidad, que nos pensamos hombres de ciencia y cada vez hay menos “creyentes”, estamos sujetos a las suposiciones que ejercen las grandes instituciones y los estudios que no pasan los doscientos años de bagaje. Hoy, frente a una pandemia mundial, hemos resuelto por pensar como los doctores de la película, impotentes ante la falta de un argumento sólido contra el mal, optamos por dejarlo en manos de la espiritualidad y la fe, ya que las fuerzas de la naturaleza, que nos atraviesan y sobrepasan, nos vuelven en un acto de humildad, para pedir desde el suelo con el poder de la mente, el cuerpo y la oración, por saber cómo enfrentar las adversidades.

La película no sólo no se decanta por una religiosidad “mocha” e impenetrable, sino que traspasa los límites de la razón y nos presenta con el miedo más grande y antiguo, el miedo a lo desconocido.




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